lunes, 14 de septiembre de 2015

La lectura, íntima y compartida. Una interesante conferencia de Michéle Petit que nos hará reflexionar sobre la lectura como medio para salir de la marginación.

En esta conferencia Michéle Petit (Antropóloga, Laboratorio LADYSS, Centre National de la Recherche Scientifique/Université Paris) nos hace ver la importancia de la lectura, es decir, de las bibliotecas y de las personas mediadoras, en la creación de nuevos espacios que ayuden a salir de la marginación. Veamos aquí alguno de los testimonios que aparecen en el texto y que son parte de las investigaciones llevadas a cabo por la autora; porque es a través de estos y otros testimonios como Michéle Petit va construyendo su discurso acerca de la lectura, algo que también podemos hacer nosotros.

Beatriz Helena Robledo comenta: «Una biblioteca o una colección de libros tiene mucho que hacer en una población marginada. (…) Muchísimo más que brindar información o apoyar la educación formal. Para ciudadanos en condiciones medianamente normales de desarrollo, un libro puede ser una puerta más que se abre, en cambio, para aquellos que por circunstancias de la vida han sido despojados de sus derechos fundamentales, o de sus mínimas condiciones humanas, un libro es quizás la única puerta que puede permitirles atravesar el umbral y saltar al otro lado.»

Se llama Daoud, es de origen senegalés, y tiene unos veinte años al momento de la entrevista: "Cuando se vive en los suburbios, está uno destinado a tener malos estudios, a tener un trabajo asqueroso. Hay un montón de cosas que te hacen ir en cierta dirección. Yo me pude zafar de eso, ser anticonformista, ir para otro lado, y ese es mi lugar... (Los “vagos”) hacen lo que la sociedad espera que hagan, y nada más. Son violentos, son vulgares, son incultos. Dicen: "Yo vivo en los suburbios, entonces yo soy así", y yo fuí como ellos. El hecho de tener bibliotecas como ésta

me permitió entrar, venir, encontrarme con otra gente. Una biblioteca sirve para eso... Yo elegí mi vida y ellos no."

Escuchemos otra vez a Daoud evocando la biblioteca de un gran museo de ciencias y técnicas:

«En la Ciudad de las Ciencias quitaron todos los libros de ciencia-ficción, los muy imbéciles, porque decían que no era científico. Es completamente aberrante, ¿ cómo quieren que los jóvenes se acostumbren a la imaginación científica, que quieran construir robots, si no tienen libros que les hablen de algo ficticio ? Estoy seguro de que hay obras como la de Jules Verne que han inspirado cientos de carreras científicas, o de ingeniería. Uno se hace a través del sueño, no es abriendo un libro de matemáticas con formulas científicas que se va a convertir en científico. No, es leyendo El gran capitán Nemo, su submarino luchando contra un platillo volante, eso es lo que hace que la imaginación se despierte. Y no suprimiéndolo porque dicen que no es científico o no es serio.»


O escuchemos a Ridha, otro chico encontrado en un barrio marginado: «Lo que a mí me gustaría, es que el bibliotecario tuviera tiempo para dedicarse a lo que es del orden de la vida, a todo lo que se refiere a la vida (…) Más que ser un guardián de libros, ser una especie de mago que nos llevara hasta los libros, que nos condujese a otros mundos… Enseñar al niño a sentir lo que puede encontrar de maravilloso en ese pequeño formato, ese pequeño volumen. Esas cosas tienen un vínculo profundo más tarde con su vida de adulto (…) Leer historias simplemente, mostrar que se puede soñar y que hay salidas, que no todo esta inmóvil. Que uno inventa su vida, que es posible inventarse la vida. Y que para inventar la vida tal vez debe tener antes materia propia, que sea necesario haber soñado para poder crear.».


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