viernes, 3 de mayo de 2024

"SOY MILENA DE PRAGA". Un libro de Monika Zgustova


Esta es la historia de Milena Jesenská, a quien muchos conocen como la amiga de Kafka. Y sí, los meses de relación amorosa e intelectual con Franz Kafka marcaron la vida de ambos. Nada fue igual para Milena, se transformó. Ganó en confianza en sí misma, en su escritura, en su postura política de defensa del feminismo y de la democracia, y en su osada oposición al régimen de Adolf Hitler. Pero Milena fue mucho más que una de las amigas más importantes de Franz Kafka. Fue también madre, periodista, traductora, escritora, parte de la élite intelectual que se reunía en los cafés de Viena, junto a Musil, Karl Kraus, Werfel o Hermann Broch, miembro de la resistencia cuando las tropas nazis invadieron su país, Checoslovaquia. Milena se rebeló contra el orden tradicional que quiso imponerle su padre, contra lo que su marido le exigía en su matrimonio, contra el papel secundario que se asignaba a las mujeres en las redacciones de los periódicos y en el mundo laboral. Y fue generosa amante de hombres y mujeres en rebeldía contra los límites impuestos al amor. A partir de los escritos, artículos y cartas que se han conservado de Milena y de los testimonios de quienes la conocieron, Monika Zgustova reconstruye la vida de esa mujer valiente y fascinante que fue Milena Jesenská. Y erige un homenaje a las mujeres que, en los turbulentos y trágicos años de la década de los veinte y los treinta del siglo xx, dedicaron su vida a luchar por la dignidad de la mujer y de las víctimas de la injusticia.

jueves, 2 de mayo de 2024

"EMPIEZA DULCE MUNDO". Un cuento de Pilar Adón publicado en El País el 29 AGO 2023

SERGIO GARCÍA SÁNCHEZ

 Huye. Es una fugitiva. Cruza un desierto árido como una pesadilla. No sabe adónde va. No ha dicho adiós ni pedido perdón. Sus padres ya arrastraban una maldición. Está sola, con su maleta.

Lo supo desde muy joven, que debía estar a sus cosas. Descubrir qué le interesaba, qué inquietudes eran las suyas, analizarlas y aceptar que resultaban tan lícitas e importantes como las de cualquier otro mortal. Pero semejante conocimiento la había arrastrado al desierto, expulsada de su zona, la única que había conocido hasta entonces, y ahora avanzaba por un paisaje tan monótono y hostil que debía centrar toda su atención en lo que veía y no en lo que creía ver, en lo que oía y no en lo que creía oír.

Pronto se detendría para descansar, pero hasta entonces debía seguir andando, a buen paso a pesar de lo que le pesaba la maleta y de lo complicado del terreno, alejándose del que había sido su hogar. “Lo que tengo que hacer es no perder la línea recta”, se dijo. Y sintió aún más el rigor del sol en los labios y el tormento que le producían los guijarros del camino entre los dedos de los pies porque el cuero crudo de las albarcas no le servía de mucho. No se había llevado un sombrero ni tampoco un pañuelo con el que cubrirse la boca y aliviar así no sólo la sequedad sino también los embates del viento y, cuando no se trataba del viento, los ataques de las moscas. Sabía lo que era el odio, y en ese momento la naturaleza la odiaba a ella.

Ni siquiera había acariciado a los perros. No se había despedido de sus padres. Y se preguntaba ahora, mientras seguía escuchándose a sí misma, con la respiración desigual, el pulso en las sienes, si podría haberse quedado con ellos, sentados todavía en el banco de piedra adherido a la pared principal de la casa, y contarles lo que había hecho al tanto de que iban a escucharla e iban a tratar de entenderla. Haberse aferrado a sus consejos en lugar de ponerse a vagar errante y perdida por la tierra, ocultándose, huyendo de una culpa que era demasiado grande.

Pegó un nuevo tirón de la maleta y se quedó mirándola con la idea de deshacerse de ella, sabiendo que no iba a hacerlo. Elevó la cabeza al cielo:

—¿Por qué me haces esto? —susurró.

Y esperó una respuesta de quien la observaba desde arriba y le apoyaba un gran dedo índice en la cabeza para señalarla, aplastarla y hundirla en el suelo. “Y tú, ¿qué has hecho?”, le preguntó. Mientras ella se preguntaba lo mismo. “Y yo, ¿qué he hecho?”. CONTINUAR LEYENDO

miércoles, 1 de mayo de 2024

"FRAGILIDAD AL ALBA". Un poema de Paul Auster

XV

Fragilidad del alba: en el límite
de tu lámpara oscurecida: aire
sin palabras: flor de ceniza, corola
plegada. Desde el más pequeño
de tus soles, retienes
la escaldadura: vaina
de luz aplacada. Tu palma
en barbecho: su semilla
entrando en la mudez. Más allá de esta hora, el ojo
te enseñará. El ojo aprenderá
a desear.

martes, 30 de abril de 2024

"LA AUSENCIA ES UNA FORMA DE INVIERNO". Un poema de Luis García Montero

Como el cuerpo de un hombre derrotado en la nieve,
con ese mismo invierno que hiela las canciones
cuando la tarde cae en la radio de un coche,
como los telegramas, como la voz herida
que cruza los teléfonos nocturnos,
igual que un faro cruza
por la melancolía de las barcas en tierra,
como las dudas y las certidumbres,
como mi silueta en la ventana,
así duele una noche,
con ese mismo invierno de cuando tú me faltas,
con esa misma nieve que me ha dejado en blanco,
pues todo se me olvida
si tengo que aprender a recordarte.

lunes, 29 de abril de 2024

"MÁS LIBROS Y MENOS PANTALLAS. CÓMO ACABAR CON LOS CRETINOS DIGITALES". Un libro de Michel Desmurget en Ediciones Península


¡Que lean! Es importante que los niños y las niñas lean libros en papel. Que se sumerjan en ellos y que dibujen, subrayen y doblen sus páginas. Que atesoren libros, que acudan a las bibliotecas y que asistan a clase sin artefactos tecnológicos frente a ellos. Cientos de estudios demuestran que la lectura por placer tiene un impacto único en el aprendizaje cognitivo de los niños. Fomenta el lenguaje, los conocimientos generales, la creatividad, la atención, la escritura, la expresión oral, la autocomprensión y la empatía. No hay herramienta más útil para el desarrollo cerebral que un libro.

Frente a los efectos desastrosos de las pantallas, Michel Desmurget, uno de los neurocientíficos de referencia en este campo y la voz que más tiempo lleva alertando de los efectos perniciosos de las pantallas en el cerebro infantil, propone un enfoque optimista con soluciones concretas para evitar que nuestros hijos e hijas se conviertan en cretinos digitales. Este libro dirigido a padres y maestros proporciona información para comprender el impacto de la lectura en el desarrollo intelectual, emocional y social de los niños, y les dará herramientas para cultivar el hábito de la lectura en su educación.

La guadaña, un siniestro cuento de Ray Bradbury

DE REPENTE SE ACABÓ EL CAMINO. Recorría el valle como cualquier otro camino, entre laderas de tierra yerma y pedregosa y encinas, y después junto a un gran campo de trigo solo en aquel desierto.

Llegaba junto a la pequeña casa blanca que pertenecía al campo de trigo y allí desaparecía, como si ya no fuera necesario.

No importaba demasiado porque allí mismo se les había terminado la gasolina. Drew Erickson frenó el viejo cacharro y permaneció sentado allí, sin hablar, contemplándose las grandes y rugosas manos de granjero.

Molly dijo, sin moverse del rincón donde estaba, junto a él: -Seguramente hemos tomado un desvío equivocado.

Drew asintió.

Los labios de Molly estaban casi tan blancos como su rostro, pero secos, mientras que su iel aparecía bañada de sudor. Su voz sonaba opaca, sin la menor expresión.

-Drew, ¿qué vamos a hacer ahora?

Drew se miró las manos. Manos de granjero a las que el viento, seco y hambriento, que nunca tenía bastante buena marga que comer, les había arrebatado la granja.

Los niños, que iban en el asiento de atrás, se despertaron y asomaron las cabezas por entre los bultos y mantas polvorientos, por encima del respaldo del asiento, y preguntaron: -¿Por qué nos paramos, papá? ¿Vamos a comer ahora, papá? Papá, tenemos mucha hambre.

¿Podemos comer ahora, papá?

Drew cerró los ojos. Aborrecía la visión de sus manos.

Los dedos de Molly rozaron su muñeca con suavidad, dulcemente.

-Drew, quizá en esa casa nos podrían dar algo para comer.

Una arruga apareció junto a su boca.

-Mendigar -masculló-. Ninguno de nosotros ha mendigado nunca ni mendigará ahora.

La mano de Molly se cerró sobre su muñeca. Al volverse vio sus ojos y también los de Susie y del pequeño que le miraban. Poco a poco fue cediendo la rigidez de su cuello y de su espalda. Su rostro se puso blando e inexpresivo, informe, como una cosa que ha sido golpeada con dureza durante demasiado tiempo. Bajó del coche y emprendió el camino hacia la casa. Caminaba sin seguridad, como un hombre enfermo o medio ciego.

La puerta de la casa estaba abierta. Drew llamó tres veces. En el interior sólo había un silencio y una cortina blanca en la ventana moviéndose en el aire pesado, caliente. Lo sabía antes de entrar. Sabía que la muerte estaba dentro de la casa. Era ese tipo de silencio.

Cruzó por un pequeño vestíbulo a un cuarto de estar limpio y no muy grande. No pensaba en nada. Estaba más allá de todo pensamiento. Iba en dirección a la cocina, sin preguntar, como un animal.

Entonces, al mirar por una puerta abierta, vio al muerto.

Era viejo y descansaba sobre una cama limpia y blanca. Llevaba poco tiempo muerto porque aún no había perdido esa última expresión tranquila, de paz. Debió saber que iba a morir porque vestía sus ropas de enterrar: un viejo traje negro, limpio y aseado, una camisa blanca y una corbata negra. 

En la pared, junto a su cama, se apoyaba una guadaña. Entre las manos del anciano había una espiga de trigo, todavía fresca. Una espiga madura, dorada y cargada de grano. CONTINUAR LEYENDO

domingo, 28 de abril de 2024

"TE DESNUDAS IGUAL". Un poema de Jaime Sabines

Te desnudas igual que si estuvieras sola
y de pronto descubres que estás conmigo.
¡Cómo te quiero entonces
entre las sábanas y el frío!

Te pones a flirtearme como a un desconocido
y yo te hago la corte ceremonioso y tibio.
Pienso que soy tu esposo
y que me engañas conmigo.

¡Y cómo nos queremos entonces en la risa
de hallarnos solos en el amor prohibido!

(Después, cuando pasó, te tengo miedo
y siento escalofrío.)