miércoles, 31 de octubre de 2012

Los libros: una puerta hacia la libertad

L.A. es un interno de la prisión Araba en Nanclares de la Oca (Álava) que lleva dos años acudiendo a la Tertulia Literaria Dialógica que funciona en dicho centro penitenciario desde 1999. Lo que viene a continuación es la opinión que nos ha dejado por escrito acerca de su experiencia en dicha Tertulia.

"Me llamo L. A. y estoy preso en el C.P. Araba y he participado dos años en las tertulias literarias que se organizan en este centro.

Me han pedido que os cuente cómo he vivido estos encuentros literarios, si me han aportado algo a nivel personal y formativo o si han supuesto algún beneficio en mi vivencia penitenciaria. Como cada persona es un mundo, generalizar en este tipo de cuestiones carece de sentido, pero ahí va mi experiencia personal por si os sirve de ayuda.

Cuando empecé a acudir a las tertulias me encontré con una agradable sorpresa: no todo en la cárcel eran recuentos, patios llenos de gente dando vueltas, trapicheos y colas de espera. Aquella aula donde nos reuníamos era un pequeño oasis dentro del aislamiento carcelario. Lo primero que pensé fue que el mero hecho de salir del módulo y reunirme con aquellas personas, ya iba a ser un beneficio a nivel emocional y psicológico, una pequeña brecha de hora y media a la semana por la que escapar de la rutina. En el primer encuentro me di cuenta de que aquello era mucho más.

El método que nos propusieron consistía en elegir un libro de entre los propuestos por todos, leer hasta una determinada página cada semana y, en cada encuentro, comentar entre todos lo que a cada uno le había llamado la atención, por el motivo que fuera.

Leer con la intención de encontrar algo significativo que aportar a las tertulias ya implica una lectura detenida y consciente, una lectura comprensiva que, a nivel formativo, es ni más ni menos, aprender a leer bien.

Las tertulias en sí comenzaban con un cafecito para calentar motores y, ya de seguido, quien esa semana tuviera algo que comentar leía el párrafo o parte elegida y explicaba al resto los porqués de su elección. A partir de ahí surgía el debate o no.

Que diez o doce personas estén de acuerdo al valorar una situación del texto, al opinar sobre las posibles intenciones del autor o que simplemente entiendan de la misma manera el hilo narrativo y contextual de un relato es bastante difícil. El debate, por lo tanto, estaba casi asegurado. Y es ahí donde yo encontraba el verdadero valor de las tertulias: en esos debates donde se enfrentaban opiniones, donde surgían distintos puntos de vista y las posiciones de los demás me llevaban a reflexionar y a veces a cambiar mi perspectiva. En esa comunicación, en ese diálogo entre potenciales “críticos literarios”, donde todas las opiniones eran tenidas en cuenta y no se menospreciaba a nadie, todos éramos sesudos investigadores de lo escrito. Podíamos empezar comentando un pequeño detalle del texto y acaba en interesantes análisis sobre asuntos sociales, políticos, económicos o de cualquier otra índole.

Es indudable que estas situaciones aportan a los participantes, sean presos o no, un crecimiento personal, producto de la comunicación y del compartir. En mi caso, además, me proporcionaron una situación emocional importante: sentirme un poco menos preso.

Mi veredicto respecto a la validez de las tertulias literarias en las prisiones no puede ser otro que calificarlas de muy positivas. Es más, pienso que deberían potenciarse estas actividades y otras similares, como terapias óptimas para la transformación personal y la reinserción social de los internos."

Escrito en el primer cuatrimestre de 2012

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