domingo, 3 de mayo de 2015

Los retos del maestro y de la maestra con la promoción de la lectura (Diego Lebro)

Recuerdo que empecé a leer para buscar aquello que mi abuela me mostró más allá de las palabras y que aún hoy desconozco; empecé a leer para llenar el silencio; empecé leer para vencer el miedo en las noches cuando extrañaba a mi madre; empecé a leer para hallar las respuestas que mi padre nunca me dio; empecé a leer para entender lo que le pasaba a mi cuerpo; empecé a leer para agarrar las palabras precisas y dejar aflorar mis sentimientos; empecé a leer para volar, aun cuando no tenía alas; empecé a leer para acompañar las tristezas; empecé a leer para juguetear con las alegrías; empecé a leer para comprender la absurda guerra de mi patria; empecé a leer para salirme de lo práctico y útil y así aventurarme en lo desconocido. Cuando llegaron los años de pensar en ser alguien –porque según la profe Melva hasta ese momento no era nadie– decidí seguir leyendo para hacerme maestro, maestro promotor de lectura.


-¿Ser maestro y de lectura? ¿Qué cosa es eso? –dijo mi madre–. Tienes que buscarte un trabajo que de verdad dé dinero.

Ahora que lo pienso creo que me hice maestro por venganza. Para vengarme de mis maestros que no tuvieron bajo su sombrero las lecturas que hilaran mis sueños y de mi madre, que siempre quiso cortarme las alas. CONTINUAR LEYENDO

Fuente: Fundación Cuatrogatos

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