martes, 20 de octubre de 2015

Marcela Carranza: “La lectura literaria es una actividad que se da en libertad o no se da”

La cordobesa (Argentina) Marcela Carranza (1968) es maestra, licenciada en letras y máster en libros y literatura para niños por la Universidad Autónoma de Barcelona. Colaboradora frecuente de revista Imaginaria, dicta talleres de escritura para docentes en formación y dirige coordina la Biblioteca Infantil y Juvenil Juanito Laguna. Entre los días 27 y 28 de octubre será una de las expositoras del simposio de Troquel: Libros y lecturas para la infancia y dictará la charla “La mirada poética y la resurrección del mundo”. En esta entrevista dialogamos, entre varios temas, sobre poesía infantil, ideología y humor.
"El hablar del “niño-que-juega” es comprender que el arte, la literatura (que es el arte de las palabras) está muy cercano al juego. Como el juego, la lectura literaria es un fin en sí misma. El juego, dice Johan Huizinga en Homo ludens, nunca puede darse por mandato. El arte, el juego, la lectura literaria son actividades que se dan en libertad o no se dan. Juan José Saer dice que la experiencia estética (y la lectura literaria lo es, o debería serlo) es un modo radical de libertad. El problema es si el adulto puede aceptar esto cuando se trata de un niño. ¿Está dispuesto a otorgar esa libertad al niño lector? El arte, la literatura, el juego exigen aceptar lo imprevisible, lo que está fuera de control. Dejar alzar la voz del otro, dejar libertad a sus lecturas personales y únicas, saber escuchar a los lectores. Todo esto exige pensar la literatura para el “niño-que-juega” y no para el “niño-alumno”. Son formas muy diferentes de concebir los libros, de comprender el acto de la lectura y de relacionarse con los niños concretos en el día a día. Un lector que juega, es un lector que crea, explora e interpreta en libertad. Para algunos adultos es muy difícil aceptar esto."
"La literatura, entonces, no sirve para transmitir verdades de ningún tipo, ni siquiera las más “progresistas” o aceptadas como más valiosas en un momento social dado. La literatura desarma, descompone, mueve el piso, es un continuo poner en entredicho, desmantelar verdades y dogmas. Por lo tanto, no resulta útil en el sentido de instalar una verdad o reforzar una certeza, sea del color que sea. Querer dejar una enseñanza con un texto artístico es relegar al arte a un segundo plano, el de un vehículo atractivo para la transmisión de lo que realmente importa: el mensaje en cuestión. No es que esté mal enseñar cosas a los niños, pero la literatura, el arte no están para eso."
"Si tomo un buen libro (no hablemos de elegir un libro de esos hechos ad hoc para el tratamiento de un tema de moda) y lo utilizo para resolver alguna problemática psicosocial (lo que podríamos llamar “autoayuda”) estoy actuando en dos sentidos: el libro es reducido a una lectura unívoca impuesta por el adulto y por lo tanto es ignorado en su multiplicidad de sentidos, en su riqueza literaria; y por otro lado, coarto la libertad del lector, no escucho al otro, lo manipulo para que supuestamente (porque los lectores a veces ejercen su libertad en silencio) lea en aquel texto lo que yo quiero que lea. Este, aunque las intenciones sean buenas, no deja de ser un gesto autoritario por parte del docente, del padre, del bibliotecario o quien sea el adulto que acompaña al niño."
"los libros no están hechos para enseñar a pensar tal o cual cosa, sino que nos ofrecen la posibilidad de pensar por nosotros mismos."
"Por la literatura, por el arte, vivimos la vacilación de todo aquello que creemos conocer y saber. Es un camino a lo posible, y allí radica su incomodidad y su libertad. Esa forma extrema de libertad que es la experiencia estética."
Fuente: TROQUEL, Centro de Estudios. Fundación Lafuente (troquel.cl/blog/)
 

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