miércoles, 23 de marzo de 2016

El malestar en la lectura. Marta Lorente, narradora oral, defiende la narración hablada en tiempos en que la lectura multiplica sus fuentes. El oído, dice, tiene un efecto igualador.

El revisionismo debería ocuparse de seres humanos como Marta Lorente, que se dedica a la narración oral en el living de su casa o donde tenga permiso. Posiblemente en extinción, el narrador oral –la cuentería misma– ha sido piedra angular de una industria fundamental del entretenimiento: la alfabetización. ¿Qué función cumple –o cumplió– ella en esta conspiración abecedaria?

“Ay, me encantaría formar parte de una conspiración abecedaria. Toda conspiradora tiene mala fama y me haría sentir dentro de una película de espionaje. Yo sería una distribuidora, sin intermediarios, de las mejores historias para sumar lectores y oyentes desprevenidos”.

¿La lectura destruyó la narración oral? 

Tanto el libro como la alfabetización atentaron contra la narración oral en su forma originaria, donde la narración lo era a secas y no había otra forma. La llamada oralidad primaria era la que se usaba como medio para transmitir valores, noticias y todo aquello que una comunidad necesita para que perduren sus tradiciones. En una cultura oral, el conocimiento que no se repite constantemente, se pierde. Pero creo que la narración oral sigue viva porque despierta sensaciones interesantes: si yo entrego un texto al público para que lo lea, cada uno va a entrar en su propio mundo lector; el que lee se aísla. En la narración oral, el oído es un sentido unificador que logra una comunión en el auditorio. CONTINUAR LEYENDO LA ENTREVISTA
Fuente: clarin.com

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