lunes, 16 de mayo de 2016

Contar "contra" el público infantil. Un artículo de Virginia Imaz Quijera

¿Hay una edad para escuchar cuentos? Para muchísima gente la respuesta es que sí. Los cuentos son sólo para la chiquillería.

La mayoría de la gente joven y adulta en nuestra cultura al crecer ha sido exiliada del mundo de los cuentos y lo que es aún más triste, ignora que hay historias para cada edad del alma, con instrucciones preciosas y precisas para el oficio de vivir.

Yo cuento para personas de todas las edades, con todo tipo de naufragios y de sueños a cuestas. Cuando me preguntan qué público prefiero siempre dudo. A priori me gustan todos. El peor de los públicos posibles es siempre el que no viene. Seguramente el público que prefiero es el que ha elegido acudir a esta cita a ciegas, que con suerte se convertirá en un encuentro amoroso y que ha venido a escuchar. Cuando se dan estas dos circunstancias, que han elegido venir y que han venido a escuchar, todo fluye de otra manera. En ese trance no suelo reparar en las edades de quien está escuchando. O apenas. Me doy cuenta lo justo para adecuar mi repertorio y mi estilo al momento. Pero hago lo mismo si comparamos dos públicos infantiles diferentes. O dos públicos adultos… Siempre escucho primero, a ver qué historia deseo compartir con ese auditorio en concreto.

El problema fundamental con los niños y las niñas y con la gente joven es que normalmente no han decidido venir a escuchar cuentos. Los traen. Se trata de públicos cautivos, en ámbitos escolares o en públicos “aparcados” en ámbitos extraescolares. En el caso de la infancia más temprana la relación que desarrollan con quien narra va a ser un reflejo del vínculo que disfrutan o padecen con sus adultos y adultas significativas (padre, madre, maestro, bibliotecaria…). La chiquillería es naturalmente curiosa y se interesa por todo con relativa facilidad y más por los cuentos que abren siempre una puerta a la fantasía, a la posibilidad de viajar a un lugar donde nunca se sabe qué puede llegar a pasar. Si se evita lo postizo y la ñoñería las criaturas entran en la lógica fantástica como pez en el agua. El conocimiento metafórico del mundo es lo suyo. CONTINUAR LEYENDO

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