domingo, 15 de mayo de 2016

El abrazo del lector. Una mirada al discurso en la formación de lectores. Un artículo de LISET LANTIGUA (Fundación Cuatrogatos)

Me gustó, pero…".» Fueron sus palabras cuando le leí por primera vez El pájaro del alma, de Mijal Snunit. Yo sabía que era un texto lento, apacible, con el sosiego de los relatos sin guerras ni extraterrestres, pero complejo. Lo mismo podría hablarnos a los 15 que a los 60 años, y aunque dudaba que fuera posible a los cinco, se lo leí. El pájaro del alma llama a un silencio difícil, a una complicidad un tanto adulta. Una historia cuyo intríngulis es el alma humana. Una habitación en la que vive un pájaro.

Cuando un niño a los cinco años dice que le gustó, es bastante probable que sí le haya gustado. Si le añade "pero" a la declaración, puede que no quiera argumentar, pero si lo hace, también es posible que aluda a la extensión del texto o al hecho de que le haya parecido triste… Y si a ese "pero" no le sigue criterio alguno, el silencio, que es elocuente en sí, que es un criterio —mejor si irrefutable—, deberá complacernos, hacernos desistir sin culpa alguna y pasar a otra cosa. Lo cierto es que frente al interlocutor que puede ser un niño el «pero» que es cumplido, negación delicada, franca contradicción —aunque a menudo inconsciente— entre adultos, puede genuinamente decir eso: "Me gustó, pero…", en su sentido más literal.; sin menoscabo de aquello que le precede.

Le había parecido largo El pájaro del alma. Me lo dijo y ahí terminó el diálogo. Había que dormir. Y pasó el tiempo... Entender la honradez del «pero» crítico de mi hija me tomó unos meses. Con los años he podido validar lo que la propia experiencia había sobrepuesto a mi exigua intuición acerca de la relación tiempo-lectura. Fue una tarde de café en casa, con amigos. Ella, como otras veces, saludó distante, tímida más bien, un tanto incómoda ante la avalancha del afecto adulto. Cuando se fueron, cuando volvimos a ser las dos en casa, quise poner sobre la mesa el pobre entusiasmo del saludo, con lo mucho que te quieren…, que si el abrazo…, que si la manera de responder… Me dijo: "Es que el pájaro de mi alma a veces abre el cajón de la vergüenza, mamá". Aquella historia que le había parecido un poco larga en un tiempo en que un "pero" detrás de un "me gusta" para mí significaba un "no" al desnudo, delatado por el propio corazón de la víctima como en el cuento de Poe, le había permitido explicar la difícil cuestión que es la vergüenza, la timidez a los cinco años. Le había permitido verse y urdir un argumento metafórico imbatible, tan natural en lo real como en lo simbólico. CONTINUAR LEYENDO

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