miércoles, 28 de septiembre de 2016

De ninguna parte. Un cuento de Ana Mª Matute.

La tarde iba dorando suavemente las paredes del Aula Tres, y de cuando en cuando Tesa echaba un vistazo hacia la ventana, que casi rozaba su pupitre. Allí, casi pegadas a los cristales, asomaban las ramas altas del árbol que Mme. Saint Genis llamaba plátano, y Tesa El Amigo. Si aún quedaba sol, como ocurría aquella tarde de Septiembre, Tesa podía mantener secretas conversaciones con el árbol, y los rayos enviaban mensajes, guiños cómplices a través de las hojas y las ramas. Sobre todo si se trataba, como en aquel momento, de la Clase de Lectura en Voz Alta y tenía como objeto LA LEYENDA DORADA. Aunque Tesa no cumpliría diez años hasta Julio había aprendido bastantes cosas de la vida en general y de la suya en particular. No sólo sabía de árboles y desengaños, sino que había llegado a dominar un lenguaje secreto, interior, que nada tenía que ver con LA LEYENDA DORADA ni con la Clase de Lectura en Voz Alta. Por ejemplo, se podía mantener una larga conversación con El Amigo, si todavía quedaba algo de sol en la tarde otoñal. Y sabía también lo difícil que puede resultar el inicio de una amistad, o dicho más claramente, lo difícil que puede ser encontrar un amigo. Hacía algún tiempo que una cadena de sutiles desencantos, desde el estupor a la decepción, iban enroscándose día a día en el corazón de Tesa. CONTINUAR LEYENDO

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