viernes, 7 de octubre de 2016

"El ejercicio de la duda". Victoria Camps | Mercurio 183 · Temas- Septiembre 2016.

Montaigne no pretendía llegar a ninguna conclusión. Dudaba porque le complacía el procedimiento de ponerlo todo en cuestión, incluso lo que parecía más obvio
Pienso que el ejercicio de la duda es la práctica filosófica por excelencia. Una práctica, además, que sería muy saludable convertirla en hábito generalizado, como correctivo de las reacciones viscerales que solo llevan a confrontaciones insustanciales y huecas. La duda es la habilidad para distanciarse de lo obvio, la voluntad de tomarse un respiro antes de dar una respuesta o emitir una opinión. Solo desde la duda se eliminan los prejuicios, los supuestos no fundados y las creencias no examinadas. Lo que no significa que la duda sea incompatible con la búsqueda de una cierta verdad.

Quien mejor supo ejercitar la duda en el terreno de la filosofía fue Montaigne, aunque la llamada “duda metódica” fuera una invención de Descartes. La de Montaigne y la de Descartes eran dos formas distintas de dudar. Descartes veía en el método dubitativo un instrumento para obtener la verdad primera, la verdad de todas las verdades, el célebre “pienso, luego existo”. Montaigne no pretendía llegar a ninguna conclusión ni punto de partida cierto. Dudaba porque le complacía el procedimiento de ponerlo todo en cuestión, incluso lo que parecía más obvio. Para hacerlo se inventó una forma de escribir y razonar a la que llamó “ensayo”: algo tentativo, inconcluso, nunca definitivo.

A juicio de Montaigne, anida en nosotros la contradicción y la confusión, por eso dice que “somos, no sé cómo, dobles en nosotros mismos, y eso hace que lo que creemos, no lo creamos, y que no podamos deshacernos de aquello que condenamos”. Dudamos de nuestra propia integridad por lo que es absurdo que pretendamos definirnos con trazos coherentes, como alguien de una sola pieza. Y nos equivocaremos igual si queremos describir o juzgar a alguien por unos rasgos estables o comunes. Si a Descartes le preocupaba “la verdad”, Montaigne se contentaba con llegar a descubrirla en sí mismo, aunque solo fuera como un cúmulo de incoherencias. CONTINUAR LEYENDO
Fuente: revistamercurio.es

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