viernes, 7 de octubre de 2016

El gato con botas. Un cuento de Charles Perrault.

Murió un molinero que tenía tres hijos, y no dejó más bienes que su molino, su borriquillo y un gato.

Se hicieron las particiones con gran facilidad y ni el escribano ni el procurador, que se hubieran comido tan pobre patrimonio, tuvieron que entender en ellas.

El mayor de los tres hermanos se quedó con el molino.

El mediano fue dueño del borriquillo.

Y el pequeño no tuvo otra herencia que el gato.

El pobre chico se desconsoló al verse con tan pobre patrimonio.

-Mis hermanos -decía- podrán ganarse honradamente la vida trabajando juntos; pero después que me haya comido mi gato y lo poco que me den por su piel, no tendré más remedio que morir de hambre.

El gato, que escuchaba estas palabras, se subió de un salto sobre las rodillas de su amo, y acariciándole a su manera, le dijo:

-No os desconsoléis, mi amo; compradme un par de botas y un saco con cordones, y ya veréis como no es tan mala la parte de herencia que os ha tocado.

El chico tenía tal confianza en la astucia de su gato y le había visto desplegar tanto ingenio en la caza de pájaros y de ratones que no desesperó de ser por él socorrido en su miseria. Reunió, pues, algún dinerillo y le compró los objetos que pedía.

El gato se puso inmediatamente las botas, colgóse el saco al cuello, asiendo los cordones con sus patas de delante, y se fue a un soto donde había gran número de conejos. CONTINUAR LEYENDO

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