lunes, 25 de septiembre de 2017

Por qué la lectura no terminará jamás. Un artículo de Carolina Cattaneo sobre Michèle Petit

Tendría unos 4 años, Michèle, cuando su padre le regaló un libro animado de esos que al abrirlo despliegan figuras. La pequeña miró los paisajes en relieve y sintió un placer infinito. Página a página descubría otro mundo, uno en miniatura, acorde con su medida. Un mundo distinto del que la rodeaba y en el que crecía, la Francia gris de posguerra.

Tendría unos 4 años, Michèle, y aquel encuentro con la literatura poco le anunció sobre su futuro como investigadora de renombre en torno a la lectura. Ese libro objeto de figuras en relieve hizo lo que los libros, las historias y los relatos suelen hacer con lectores de 4 años:le mostró un universo inesperado, la fascinó, le abrió un camino íntimo e intransferible. Le dio de probar la hermosa perdición de entregarse a la fantasía y a la ensoñación. La deslumbró.

Varios años más tarde, para la antropóloga francesa Michèle Petit, aquella escena sería recordada (“reconstruida”, dice) como la escena iniciática, el punto exacto en que las personas firman su pacto con los libros.
[...] LECTURA REPARADORA

  • "Si no se percibe como algo impuesto, un texto leído puede permitir desprenderse de la situación en la que uno se encuentra, abrir el espacio. Sustituye con un ritmo y una narración ordenada el caos interior y exterior, y a veces le envía unos ecos de la parte más profunda de sí mismo, pero en una forma transpuesta. No se les lee a los chicos desvinculados del conflicto armado relatos de secuestros perpetrados por la guerrilla, sino la leyenda del Mohán, un ogro seductor que se lleva a los niños o a las jóvenes lavanderas. Una leyenda o una poesía permiten leer las páginas dolorosas de su vida de manera indirecta, hablar de la propia historia de otro modo, distanciarse de ella, compartirla."

  • En las entrevistas con los lectores, ellos evocan a menudo el papel que desempeña la lectura en el descubrimiento y la construcción de sí mismos. Esa dimensión se percibe con claridad en la infancia, la adolescencia o la juventud. Pero también puede ser crucial en etapas de la vida en las que debemos reconstruirnos: cuando fuimos golpeados por un duelo, una enfermedad, un accidente o una pena de amor; cuando hemos perdido nuestro empleo; cuando atravesamos una depresión o una crisis psíquica, todas esas pruebas que conforman nuestro destino, cosas que afectan negativamente la representación que tenemos de nosotros mismos y el sentido de nuestra vida (…). Lo que describe la gente, cualquiera sea su origen social, cuando evoca las lecturas importantes de su vida, es a menudo lo siguiente: de tanto en tanto una frase nos lee, nos da noticias nuestras. Y en resonancia con las palabras del autor, nos surgen palabras inéditas. Es un poco como si, a la vez, nos volviéramos el narrador de lo que vivimos”.
Fuente: sophiaonline.com.ar

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